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Thomas McPeek, un apostador de 24 años de Chicago, se convirtió en el centro de una polémica tras ganar US$800.000 en el. Su victoria, obtenida mediante apuestas deportivas complejas, fue anulada por el casino, que alegó “métodos sospechosos”. McPeek, quien vive con sus padres y dedica horas a estudiar estadísticas y estrategias, asegura que su éxito se basa en análisis riguroso. “Fue un ataque calculado donde creí tener ventaja”, declaró a medios locales.
El incidente reabre el debate sobre los límites entre la habilidad y la suerte en los juegos de azar. Mientras algunos lo ven como un genio de las apuestas, otros cuestionan si sus tácticas violan las reglas no escritas de los casinos.
El método de McPeek combina investigación académica, registros manuales en cuadernos y viajes entre estados para aprovechar diferencias en las cuotas. Especializado en parlays (apuestas múltiples vinculadas), analiza variables como el rendimiento de equipos, lesiones de jugadores y condiciones climáticas. “Busco oportunidades donde las probabilidades estén a mi favor”, explicó.
Sus ganancias provienen mayormente tanto de apuestas en línea y en casinos físicos, pero el premio millonario del Horseshoe Hammond es el primero en ser rechazado. El casino argumentó que su estrategia, aunque legal, podría incluir “explotación de fallos sistémicos”.
El Horseshoe Casino Hammond, propiedad de , se negó a pagar el premio alegando “irregularidades en el proceso”. Aunque no especificó detalles, fuentes internas sugieren que McPeek habría identificado inconsistencias en las cuotas de las apuestas deportivas, algo que los casinos suelen considerar una amenaza a su rentabilidad.
Esta no es la primera vez que un casino rechaza un pago por motivos similares. En 2023, un caso en Nevada involucró a un grupo de jugadores que usó inteligencia artificial para predecir resultados en blackjack. Sin embargo, a diferencia de McPeek, aquellos apostadores recurrieron a herramientas tecnológicas prohibidas explícitamente en los términos y condiciones.
La industria del juego está dividida. Por un lado, expertos como David Schwartz, historiador de apuestas de la Universidad de Nevada, defienden que las estrategias basadas en conocimiento son válidas y enriquecen el juego, no obstante Schwartz establece al inherencia del juego al ser humano, “calcular el riesgo era una herramienta de supervivencia…El impulso del juego es incluso anterior a la humanidad: una variedad de animales, desde abejas hasta primates, aceptan el riesgo para obtener una recompensa”. Por otro, operadores como MGM Resorts han implementado sistemas para detectar y bloquear a apostadores que usan métodos analíticos avanzados.
En Latinoamérica, el caso resonó en mercados emergentes como Colombia y Argentina, donde las apuestas deportivas crecen en grandes porcentajes anualmente, entidades reguladoras han manifestado regularmente la necesidad de un balance entre la tecnología, beneficios y regulación.
En España, la regulación del juego y las apuestas está muy desarrollada y busca garantizar un entorno seguro y transparente para todos los participantes. La Ley 13/2011 establece que los operadores deben obtener una licencia y cumplir estrictos requisitos de protección al consumidor, prevención de la ludopatía y control de la publicidad. Sin embargo, el análisis de apuestas como actividad intelectual, estadística o académica no está prohibido en el país; lo que sí se restringe es la participación en apuestas de personas con información privilegiada, como deportistas o directivos, para evitar fraudes y proteger la integridad de las competiciones. Así, España es un ejemplo de cómo se puede regular el sector promoviendo el juego responsable sin limitar el estudio o el análisis de los juegos. La transparencia y la supervisión constante son pilares del sistema español, diferenciándolo de otros mercados menos regulados
El caso de McPeek podría impulsar cambios regulatorios. Actualmente, las leyes en Indiana no prohíben explícitamente el uso de análisis de datos en apuestas, pero los casinos tienen discreción para rechazar pagos si sospechan de “conductas anómalas”.
Mientras McPeek evalúa acciones legales, el conflicto subraya una tensión creciente: en una industria que mueve US$500.000 millones anuales, ¿deben los casinos adaptarse a jugadores más preparados o proteger su margen a toda costa?