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En el último episodio del pódcast de SiGMA Pokerface, el jugador profesional de póquer, escritor y comentarista David K. Lappin se une a Ivonne Montealegre, directora de operaciones del SiGMA Poker Tour, para desvelar una trayectoria de 18 años, desde la escritura de guiones hasta el mundo de las altas apuestas del póquer. La conversación ofrece más que una simple mirada tras bambalinas; sirve como una reflexión profunda sobre lo que realmente se necesita para forjar una carrera sostenible en una industria definida por la variabilidad y la volatilidad.
La incursión de Lappin en el póquer comenzó en un lugar inesperado: la sala de guionistas. Mientras desarrollaba una serie de televisión, creó un personaje principal que jugaba al póquer profesionalmente. “Para hacerle justicia a este personaje, entiendo mejor un poco su mundo”, explica. Lo que comenzó como una investigación se convirtió en un interés más profundo, con visitas regulares a casinos locales y juegos en línea. Cuando el proyecto televisivo se canceló inesperadamente, Lappin se quedó sin trabajo, pero dotado de nuevas habilidades que eventualmente impulsarían su carrera.
Inicialmente centrado en el póquer en línea, Lappin fue aumentando sus recursos (bankroll) y su experiencia. Un momento clave llegó en 2009, cuando ganó 80.000 € en un torneo de Full Tilt en Barcelona, su mayor premio hasta la fecha. “Eso triplicó mis recursos en ese momento y me permitió jugar partidos mucho más grandes en línea”, explica. Esto marcó el comienzo de su transición a la escena del póquer en vivo, que hoy constituye aproximadamente la mitad de su juego.
Durante gran parte de los inicios de su carrera, los ingresos de Lappin dependían exclusivamente de su rendimiento en las mesas. Describe el impacto emocional de soportar largas malas rachas, una experiencia familiar para muchos jugadores profesionales. “Te sientes como si estuvieras en una especie de recesión durante ocho o nueve meses del año”, admite. Para afrontarlo, desarrolló estrategias mentales, incluida la visualización de recuperaciones pasadas como motivación.
En la actualidad, con roles adicionales como comentarista, escritor y embajador de marca, Lappin disfruta de mayor estabilidad financiera y equilibrio emocional. “Me he enorgullecido de otros aspectos de mi vida”, afirma. “Si estoy en una mala racha, ya no estoy seguro de notarlo con la misma intensidad”.
Nuevas perspectivas. Como comentarista, Lappin aporta más que análisis: aporta empatía. Anima a los aspirantes a comentaristas a resistir la tentación de parecer ingeniosos y, en cambio, a centrarse en conectar con la trayectoria de los jugadores, sus opiniones audaces y sus historias tras bambalinas, todo a un solo clic. “Intenta aprovechar sus esperanzas y sueños”, explica. “Sé generoso en tus comentarios, especialmente cuando hablas de jugadores aficionados”.
Su experiencia como narrador enriquece su trabajo detrás del micrófono, convirtiéndolo en una voz convincente en la cabina y un defensor de la humanización de los altibajos del juego.
A pesar de su pasión por el juego, Lappin critica la situación del póquer en línea. Expresa su preocupación por el auge de plataformas no reguladas que dependen de agentes peer-to-peer (red de pares) y no protegen a los jugadores. “Confías en que esa persona sea honesta”, advierte. “Si no lo haces, tu dinero puede estar en riesgo y no tendrás ningún recurso legal”.
Establece paralelismos con el infame “viernes negro” del póquer de 2011 y cree que un ajuste de cuentas regulatorio similar podría estar en el horizonte. “Tenemos que permanecer dentro de los marcos legales o corremos el riesgo de repetir los errores del pasado”, afirma y les pide a los jugadores que solo jueguen con operadores autorizados y regulados.
La extensa carrera de Lappin está llena de momentos memorables, incluyendo una mano memorable en una partida de cash durante el Campeonato Noruego de Póquer. En un giro dramático, su oponente igualó una apuesta significativa en el river con una mano débil, convencido de que Lappin descartaría su farol sin mostrar la mano. En cambio, Lappin reveló una mano mejor y se llevó el premio mayor. “¿No es un juego hermoso?” reflexiona. “Mira la psicología que se necesita”.
Estas historias subrayan el aprecio de Lappin por el póquer no solo como una competición, sino como una forma de actuación y estudio humano.
A pesar de sus múltiples roles en la industria, el sueño de Lappin sigue siendo notablemente sólido. “Me encantaría ganar un torneo en vivo realmente grande”, comenta. Habiendo llegado a las últimas etapas de innumerables eventos sin cerrar el trato, es un hito que continúa persiguiendo. “Nadie se merece nada en el póquer”, reconoce, “pero realmente me encanta”.
La carrera de David K. Lappin es un modelo de longevidad en un juego que premia la habilidad pero castiga la complacencia. Ya sea en la mesa, en la cabina de comentaristas o a través de sus escritos, ejemplifica un enfoque multidimensional del póquer, que equilibra el intelecto con la empatía y la resiliencia con la reflexión.
Su historia sirve como recordatorio de que el éxito en el póquer, como en la vida, a menudo depende de las cartas que te reparten y de lo bien que te desenvuelves en la mesa.
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